Hacia 1665 la peste bubónica llegó a Londres en un barco algodonero proveniente de Ámsterdam. En los siguientes años, entre el hacinamiento, la suciedad, el hambre y las ratas, morirían más de cien mil personas en el país. En agosto, la Gran Peste llegó a Cambridge y obligó a cerrar la Universidad.
Fue entonces cuando un jovencísimo Isaac Newton tuvo que volver a Woolsthorpe Manor, la casa familiar. Allí, según una tradición probablemente fraudulenta, se sentó bajo uno de los tres manzanos de la finca y el golpe de una de las frutas le trajo a la mente la Teoría de la Gravedad.
No sabemos si el traumatismo craneoencefálico producido por la dichosa manzana fue el responsable también de todo lo que vino en la última parte de su vida.
Sir Isaac Newton no fue un cualquiera. Por un lado, Newton fue, de hecho, un gigante intelectual. "El más grande cerebro científico que el mundo ha conocido", según Asimov; el responsable del que "quizás el avance más grande del pensamiento que un solo individuo haya hecho nunca", según Albert Einstein. "La naturaleza y sus leyes estaban ocultas en la noche; Dios dijo 'Que se haga Newton' y se hizo la luz", reza el famoso epitafio de Alexander Pope.
Por el otro, fue alguien complicado -- sobre todo, después de la crisis nerviosa que sufrió en 1693. El ejemplo más polémico es su paso por la Casa de la Moneda de Inglaterra (una etapa de su vida llena de torturas, ahorcamientos y falsificadores descuartizados); sin embargo, un breve repaso a su vida personal y amistad da buena cuenta de ello.
Pero lo que nos interesa hoy es que fue un apasionado de la Biblia. Se calcula que más de la mitad de lo que Newton escribió tenía que ver con teología y alquimia; y, como buen matemático, uno de los temas que más le preocuparon fue el fin del mundo.
¿El fin del mundo? Sí, en aquella época (recordemos que acababa de "terminarse" la revolución inglesa) los debates religiosos estaban a flor de piel. Y el fin del mundo era un tema habitual en la conversación pública. Pero Newton estaba convencido de que la gente lo hacía mal.
El genio de Lincolnshire analizó el texto bíblico (y, en concreto, el Libro de Daniel y el Apocalipsis) y llegó a la conclusión de que la gente estaba exagerando la cercanía del fin del mundo.
¿Y dio una fecha? Sí y no. Según parece Newton identificó el año 800 d. C. como el momento en el que la Iglesia entró en la "gran Apostasía". Esta es una fecha clave en los textos y, a partir de ahí, dedujo que no había motivo para pensar que antes de 1260 años llegara el Apocalipsis.
Eso significa que estamos relativamente seguros hasta 2060. Porque, como señaló él mismo "puede que termine más tarde, pero no veo ninguna razón para que termine antes".
¿Pero de verdad pensaba que se iba a acabar del mundo? Según Stephen Snobelen, profesor de la Universidad King’s College de Halifax (Nueva Escocia) que ha estudiado el asunto, Newton no creía que el mundo fuera a acabar en un sentido literal.
"Para Newton, 2060 d.C. sería más bien un nuevo comienzo. Sería el final de una era antigua, y el comienzo de una nueva era: la era a la que los judíos se refieren como la era mesiánica y la era a la que los cristianos premilenaristas denominan el milenio o reino de Dios", defendía Snobelen.
Evidentemente, no estamos ante un motivo de peso para pensar que el Apocalipsis está a la vuelta de la esquina. Pero sabiendo lo cerca que estamos del fin del mundo, podemos tomarnos todo esto como una invitación a aprovechar el momento.
Imagen | Godfrey Kneller
Ver 3 comentarios